Un par de semanas atrás, el vídeo de una batalla campal entre los padres de dos equipos infantiles en Mallorca (el Collerense y el Alaró) dio la vuelta al mundo. Un incidente que parecía un caso aislado pero que tuvo su continuidad en el partido de juveniles de la territorial catalana entre el FC Andorra y el AE Prat. Despropósitos que encendieron la conciencia de Juan Junquera, un joven de 16 años, que dio una lección de juego limpio a través de una carta publicada por La Nueva España en la que relataba su experiencia en el fútbol base. Un contrapunto al que se le une un nuevo aliado: Cuando ganar es perder, un libro que reflexiona sobre el exceso de violencia y competitividad entre los menores.
Intervencionismo
La publicación, destinada a clubes, entrenadores y padres, le dedica un capítulo a este último grupo. “Es vital entender que ganar o perder es más un objetivo social adulto que no infantil”, apunta Alberto Martínez, periodista y entrenador UEFA B, junto con Óscar del Estal, uno de los autores del libro. En este apartado se dan las claves para ser un padre positivo. “Hay que acabar con los padres intervencionistas, que se creen que son capaces de alterar o influir en las decisiones arbitrales con sus gritos o en las decisiones de los entrenadores o rivales”, comentan, señalando que “hay una mimetización con lo que ven por la televisión o en los estadios de fútbol”.
Otro de los inconvenientes sobre este asunto puede ser la visión de algunos entrenadores o clubes, más preocupados de la victoria que de la enseñanza de un deporte y de sus valores. “Hay una crítica al disfraz competitivo del fútbol base, invadido por el rendimiento, la productividad, el negocio y, en muchas ocasiones, el ego personal”. La publicación también pone encima de la mesa otros aspectos como la separación de niños y niñas a edades tempranas (“las niñas pueden jugar con niños pero no al revés”), hábitos erróneos de los entrenadores y reflexiones sobre otros agentes, como árbitros, clubes o medios de comunicación.