Desde el 19 de mayo de 1996, las aficiones del Recre y del Córdoba han estado unidas. Todo por una historia de fútbol de antes, de ese que se jugaba en una Segunda B con campos infernales. Por entonces, los califas peleaban por un puesto en los playoffs de ascenso y los onubenses les echaron una mano con un empate ante un gallito Málaga, a la postre perseguidor, que certificaba los deseos blanquiverdes. En la fase de ascenso se truncaron los sueños de los cordobesistas por culpa del Levante, pero esa es harina de otro costal.
Un partido que trajo la hermandad. A partir de entonces, cada vez que ambas entidades se cruzan los hermanamientos entre peñas son comunes, algo extensible aunque el rival sea el equipo filial. Un ambiente que se vivió en la previa del encuentro entre diversas peñas de ambos conjuntos y que tuvo su continuación en el interior del estadio con el homenaje que la Peña Los Fieles del B realizó al grito de «el Córdoba y el Recre unidos estarán».
Sobre el verde la cordialidad finalizó con el pitido inicial. Y no porque ambos equipos se emplearan con dureza, sino porque los tres puntos en juego eran vitales tanto para unos como para otros en la lucha por la salvación. Al final empate sin goles en un partido en el que el filial cordobés fue superior en juego y control del balón pero donde las ocasiones brillaron por su ausencia en uno y otro bando. El decano respira y el los califas continúan en el pozo.