«Yo jugué con Luis Aragonés»

Las manos de Luis Aragonés crearon la peña que a día de hoy lleva su nombre. Su dueño es Florencio, amigo de la infancia, y quien nos ha contado la cara más personal del simbólico jugador.

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Fotografía de Casa Florencio en la que sale el equipo de Hortaleza donde jugó Luis Aragonés junto el Florencio

La peña de Luis Aragonés en Hortaleza alberga en sus muros una historia cuanto menos poética. El edificio en el que se encuentra, fue en su día construido con los ladrillos que Luis Aragonés transportó con sus propias manos, cuando aquello todavía era un pueblo y en el tiempo en el que Luis comenzaba su carrera como jugador. Aquel año que el joven Luis fabricó y cargó en carretilla los materiales para levantar el inmueble, nunca imaginó que 50 años después acogería una entidad creada en su honor.

Florencio, amigo desde la infancia de Luis y compañero de pupitre durante toda su etapa escolar, ha sido el encargado de dar luz a esta curiosa historia y mostrar la cara más personal del que ha sido un emblema para el fútbol nacional e internacional.


La Peña del Sabio que yo conocí

Es posible que ocurriera hace cerca de treinta años. Fue en una pequeña y antigua sala de Prensa del Vicente Calderón. Luis Aragonés entró a su manera, serio y cigarrillo en mano, me miró fijamente, y sin esperar a preguntas espetó: “Chaval… ¿No tenía usted otra chaqueta que ponerse?”

Quien hoy está curado de espantos y desplantes de entrenadores, era por aquel entonces un becario pipiolo, enviado especial al Manzanares a una previa del Atleti, siendo conocedor del mal colmillo del entrenador, pero no suficientemente informado de su fobia al gafe que sentía por el color amarillo. Y mi impecable cazadora ‘look Miami’ consiguió que aquel día servidor entablara un estrecho conocimiento de quien era el ‘Sabio de Hortaleza’. La anécdota fue… Leer artículo de Pedro Pablo completo


Su hijo, también Florencio, ha recuperado la Peña, domiciliada antes en Pinar de Chamartín, y la ha trasladado al restaurante de su padre, en el que tantas veces ha comido el ex seleccionador, acicalado con el monumento que lleva su nombre y en la misma calle en la que él vivió. Pura lírica. Florencio nació en el mismo año que Luis, fueron mejores amigos y vivió a su lado los momentos más memorables de su carrera. Juntos se dirigían cada tarde al equipo del pueblo, en el campo del pinar. “Él era mucho mejor que yo”, confiesa entre risas. Unidos vivieron el ascenso a tercera regional en la temporada 1956/57 y el salto de calidad les hizo cambiar al campo Metropolitano. Allí muchos jugadores tomaron el vuelo a equipos de tercera y Luis voló al Getafe donde también ascendió al equipo. “Equipo al que iba, equipo que subía”, comenta Florencio con el brillo de orgullo en sus ojos.

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Florencio padre y Florencio hijo en su restaurante y sede de la Peña Atlética Luis Aragonés

Tras su gran año llegó el Real Madrid. El equipo blanco decidió curtirlo fuera y lo cedió al Recreativo de Huelva, de allí pasó al Hércules y acabó en el Plus Ultra, lo que hoy es el Real Madrid Castilla. A media temporada deparó en el Oviedo y lo salvó con un recital en el Camp Nou, en que fue el artífice de un 3-5. Florencio, con una impecable memoria, lo recuerda como si fuera ayer y revela que destaca. “Era una gran promesa”.

33 goles fueron su billete para aterrizar en el equipo de su vida, el Atlético de Madrid

Con esa hazaña, llegó el salto al Betis y su fichaje por tres temporadas. Marcó 33 goles, que fueron su billete para aterrizar en el equipo de su vida, el Atlético de Madrid. Con la elástica rojiblanca consiguió Copas del Rey, Ligas y el trofeo de pichichi, pero lo que dejó huella en el conjunto madrileño fue su personalidad arrolladora y la pasión por sus colores. Florencio tuvo el aliciente que faltaba para hacerse socio del equipo, que por aquel entonces rodaba el cuero en el Manzanares. Allí llevaba a sus hijos a ver a Luis y celebrar cada gol que regalaba al Atlético.

Su amistad nunca se perdió a pesar de que Luis fuera un trotamundos. Fue a su boda en Huelva el 15 de julio de 1983, y cada vez que Luis regresaba para ver a su madre, vecina del bar de Florencio, buscaban cualquier excusa para verse. Juntos han dormido encima de la parva. Ambas familias eran labradoras y muy cercanas en aquel pueblo de Hortaleza, esencia que todavía sigue quedando en las palabras de un hombre repleto de recuerdos. “Luis era muy buen hombre, que nunca se metía con nadie”, repite. “Le llamaban el sabio de Hortaleza, pero lo que mucha gente no sabe es que inicialmente era el apodo de su hermano. A Luis le vino al pelo, pues sabía de todo y era muy inteligente, así que lo heredó”.

Florencio, con su palpable modestia, cuenta que también fue futbolista profesional. Militó en lo que por entonces era tercera división, hasta que con 25 años se retiró para comenzar con lo que asegura que es la mejor decisión de su vida. Cogió el local en el que nació su restaurante, gracias al consejo de sus primos, hace más de 50 años y se dedicó a él en cuerpo y alma. “Como también era albañil tiré para delante y en un año ya estaba todo hecho y pagado. Luis me decía que ganaba más que él entre risas, cuando él comenzaba en el Atlético”, confiesa. En este entorno familiar y de confianza de Luis, ha vuelto a resurgir su peña. El hijo de Florencio y actual dirigente de la entidad, junto con su presidenta, Mª Ángeles, ha declarado que quieren rejuvenecer un grupo que es un punto de referencia del barrio de Hortaleza y que además está muy cerca del nuevo estadio del club. Gracias a la peña han podido realizar muchos desplazamientos y acompañar a su equipo en los momentos más felices y memorables. Por eso invitan a todos los atléticos a poder compartir un ambiente idílico del que fuera un símbolo rojiblanco, en la misma calle en la que creció, junto a su monumento y dentro de los muros en los que siempre residirá la esencia de Luis Aragonés.